Las mujeres romaníes en el Porrajmos

by Annabel Carballo

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Que el Genocidio nazi del Pueblo Romaní es el “Holocausto olvidado” es una realidad. Esto es debido al escaso reconocimiento sobre el mismo. Por un lado, los perpetradores no fueron procesados ni perseguidos en los juicios por crímenes de guerra por las atrocidades y delitos contra las comunidades romaníes. Y por otro lado, en Alemania, las compensaciones de guerra se negaron inicialmente a las víctimas romaníes y sinti con el argumento falso de que no habían sido perseguidas y exterminadas por motivos raciales. En muchos otros países, a día de hoy, todavía hay supervivientes que no han recibido ninguna restitución. En este sentido, las víctimas romaníes han sido ignoradas.

En relación al Pueblo Romaní, ambos sexos han sido sometidos a formas similares de persecución y violencia: abusos, trabajos forzados, hambre, deportación, humillación y muerte, pero sólo las mujeres tenían que hacer frente a la maternidad, embarazos, abortos y exámenes ginecológicos invasivos. Si el genocidio del Pueblo Gitano en Europa es un tema poco investigado dentro del contexto del Holocausto, la violencia y la violencia sexual hacia las mujeres romaníes sigue siendo un tema marginado y relegado.

Cuando hablamos de violencia, especialmente la violencia sexual, hacia las mujeres romaníes, además de dolor infligido a las mujeres que padecieron las violaciones, se debe entender también como una forma de castigar y humillar a toda la comunidad gitana. Las mujeres romaníes no fueron violadas solamente por el hecho de ser mujeres, sino que fueron violadas y humilladas de manera específica por el hecho de ser mujeres gitanas y esta humillación se extendía a todo el Pueblo Gitano provocando un dolor moral que estaba muy por encima del dolor físico.

Un ataque a los valores de la cultura romaní, aun teniendo en cuenta que la población gitana es una población heterogénea, fue la humillación (compartida) a través de la desnudez forzada a la llegada sobre todo del Zigeunerlager en Auschwitz-Birkenau. La exposición del cuerpo desnudo, especialmente el de las mujeres y el de las ancianas concretamente, fue vivida como una agresión a los códigos éticos del Pueblo Romaní. Así nos lo cuenta Otto Rosenberg, superviviente sinto, en sus memorias cuando se encontró con su abuela totalmente desnuda: “intentó avergonzada esconderse detrás del niño que llevaba en brazos; yo me giré hacia otra parte, consciente de la vergüenza que mi abuela sentía de que su nieto la viera desnuda. No creo que pueda haber mayor tormento: mujeres con sus hijos mayores, hombres desnudos delante de sus hijas” (Un gitano en Auschwitz, pp. 71-72). Pero esa violación hacia la mujer gitana y hacia el Pueblo Gitano continuaba con el afeitado del cabello y el rapado de todo el vello corporal, que fue un atentado al honor de las mujeres romaníes, especialmente hacia las mujeres mayores. Tal y como indica la historiadora Regina Mühlhäuser, el rapado del pelo y afeitado corporal por cualquiera y en presencia de hombres y la inspección genital produjeron sentimientos y significados de violencia sexual en las mujeres y una humillación no solo hacia las mujeres, sino hacia los hombres de la misma comunidad. Además de esto, las mujeres romaníes también sufrieron abortos forzados, esterilizaciones forzadas y experimentos médicos en los campos y guetos.

Toda esta violencia, tal y como describe Mühlhäuser, constituyó un ataque contra el cuerpo reproductivo de la mujer, el cual estaba diseñado biológicamente para reproducir la nación judía en el caso de la mujer judía o la nación romaní en caso de la mujer gitana. Por tanto, según comenta la historiadora, estamos hablando de violencia sexual genocida. Las esterilizaciones hacia las mujeres romaníes merecen una investigación específica y precisa, porque el alcance va muchísimo más allá del 1945. Debemos recordar que este año empiezan los juicios para las compensaciones de las mujeres romaníes que han sido esterilizadas forzosamente en la República Checa hasta hace muy poco.

En relación a la violencia sexual física a las que fueron sujetas muchísimas mujeres gitanas, ésta fue vivida como un atentado también al honor masculino y al de la comunidad gitana en general, porque fue una acción atroz y humillante que dañaba seriamente la moral de aquellos hombres afectados y que no podían hacer nada. La brutalidad de la violencia sexual física hacías las mujeres romaníes no tuvo límites morales ni éticos, especialmente en Transnistria (Rumanía). De los 25 mil gitanos y gitanas que fueron deportados a Transnistria, la mitad de éstos murieron de hambre y enfermedades. Muchos murieron en el camino por agotamiento. En esta zona, los gitanos fueron totalmente “abandonados” sin comida y sin ropa. Los testimonios romaníes, hombres y mujeres, del documental Valley of Sights recuerdan como las mujeres fueron forzosamente violadas delante de sus seres queridos, obligados a mirar, sino los mataban. Esta brutalidad y deshumanización hacia las mujeres fue parte integra del genocidio en contra del Pueblo Romaní y un ataque y violación a sus códigos éticos y culturales.

La violencia sexual era un medio de terror y control social no solo sobre las mujeres, sino también sobre toda la comunidad gitana (así como hacia la comunidad judía). La historiadora Mühlhäuser comenta que las historias y los rumores sobre violaciones se propagaban instantáneamente por los campos y guetos, incitando al miedo. Muchos padres tuvieron que presenciar brutales actos de violencia sexual contra sus propias hijas, que no pudieron prevenir ni detener. Esto produjo un profundo sentimiento de culpa e impotencia. Y esos sentimientos también tenían género: los hombres experimentaron la agresión sexual como actos relacionados con su incapacidad para proteger a “sus mujeres”. La presencia de seres queridos durante la violación fue un factor humillante adicional para las sobrevivientes de violación. Las consecuencias psicológicas para las propias supervivientes que fueron víctimas fueron severas, además de la pérdida de dignidad personal, seguridad, creencias y un sentido de identidad, algunas mujeres se suicidaron después de ser violadas. Otras desarrollaron transtornos mentales y muchas sufrieron lesiones graves. La violación, los experimentos médicos y la esterilización tuvieron consecuencias dramáticas a largo plazo, haciendo que muchas mujeres no pudieran quedar embarazadas en el futuro.

Las mujeres gitanas, no solo fueron víctimas de la violencia sexual y violencia sexual física, sino que también fueron personajes principales de historias de resistencia, lucha y fortaleza. Me gustaría destacar a (Bibi) Alfreda Noncia Markowska, superviviente polaco-romaní. Esta heroína romaní es conocida por salvar de la muerte a cincuenta niños judíos y romaníes. Bibi Noncia pudo escapar junto a su marido del cautiverio nazi, durante el cual fue asesinada toda su familia. Durante el Holocausto, bibi Noncia recorrió los lugares dónde fueron ejecutados tanto judíos como gitanos en busca de supervivientes, para luego esconderlos en su casa y obtener documentos falsificados para ellos. Nuestra heroína fue condecorada con la Cruz de Comandante con Estrella, de la Orden de Polonia en 2006, por sus actos heroicos y humanitarios.

Por otro lado, cabe destacar el papel de las madres romaníes que fueron deportadas al Zigeunerlager junto con sus hijos e hijas. Su fortaleza y resistencia fue imprescindible para la supervivencia de los hijos/as. Así lo cuenta Ceija Stojka sobre su madre que se quedó solo con 6 hijos cuando su padre fue deportado en 1940 a Buchenwald y, posteriormente, a Dachau. La madre no solo tuvo que mantener y cuidar a sus hijos/as, sino que sufrió la deportación a Auschwitz-Birkenau, donde murió uno de sus hijos, y, posteriormente, a Ravensbrück y, finalmente, a Bergen-Belsen junto con algunos de sus hijos. Si la supervivencia de uno mismo/a era una tarea difícil, el hecho de tener que proteger a tus propios hijos/as, te generaba una auto-exigencia que llevaba a los límites las fuerzas de los prisioneros/as. Así al menos lo recuerda Otto Rosenberg que cree que sobrevivió porque estaba solo y tomaba decisiones para uno mismo.

Si destacamos la valentía de la madre de los Stojka, debemos de poner de relieve a Sophie Höllenreiner madre de seis niños/as que fue deportada al Zigeunerlager en Auschwitz-Birkenau y, posteriormente, a Bergen-Belsen. Recuerda este segundo campo como el peor, ya que no tenían absolutamente nada que comer ni beber y, encima, cayó enferma y solo pensaba en sus hijos y de que no podía morirse por el bien de sus hijos. Además tuvo que lidiar con la esterilización de sus dos hijos mayores con sus consecuencias en el periodo postguerra.

Y por último, también me gustaría resaltar la fortaleza y coraje de Theresia Reindhart, madre de Rita Prigmore. Theresia fue obligada a firmar su propia esterilización para evitar la deportación de su familia a Auschwitz-Birkenau. El día de la esterilización, descubrieron que Theresia estaba embarazada de gemelas y, entonces, fue obligada a firmar que entregaría a los bebes a las autoridades nazis y así evitaría la deportación. Theresia tuvo que entregar forzosamente a sus hijas gemelas, Rita y Rolanda, y, posteriormente fue esterilizada. Intentó visitar a sus hijas en el hospital, pero nunca le dejaban verlas. Una vez consiguió llevárselas, pero los nazis vinieron a buscarlas. Un día decidió ir al hospital y se encontró a una de las gemelas muertas en una especie de bañera, era Rolanda que murió a causa de los experimentos. Delante de ese terror, Theresia consiguió coger a su otra hija y huyó del lugar y se escondió hasta finalizada la guerra. Nunca le contó esta historia a su hija Rita, hasta que ésta de adulta sufrió un accidente y descubrió toda la verdad. Rita que vivía en Estados Unidos, decidió volver a Alemania, dejando a su familia, para ayudar a su madre a luchar por el reconocimiento y reparación de lo que pasó. Después de muchos años de lucha, lo consiguieron. El sacrificio fue enorme para la familia. Rita tuvo que dejar a su familia durante años, viendo a sus hijos solo una vez al año, ya que su ex marido no le permitió que ella se los trajera a Alemania. El coraje de una madre, esterilizada, de recuperar a su bebe de los nazis y el sacrificio de su hija por dar a conocer la verdad y luchar por el reconocimiento debe ser recogido como actos de lucha y resistencia.

Las mujeres gitanas sufrieron mucho. Fueron diana de las humillaciones de los nazis hacia la Población Romaní y sus valores, honor y dignidad como pueblo. A pesar de eso, lucharon y resistieron. Llevaron al límite sus fuerzas para proteger y salvar a sus hijos/as. Tuvieron que alimentar a sus hijos con tierra y hojas. La supervivencia individual era difícil, la supervivencia familiar imposible y ellas lo consiguieron. Lucharon por mantener y proteger a la familia, elemento clave de la cultura romaní. La familia era el pilar de supervivencia, sin la familia, la vida no tenía sentido. Los nazis intentaron exterminar al Pueblo Gitano, no solo físicamente, sino también culturalmente a través de la violencia hacia las mujeres. Violencia moral y violencia física. Pero ELLAS resistieron, no solo por ellas, sino por la familia y, en definitiva, por el pueblo.

 

Referencias:

Mühlhäuser, Regina (2017). Sexual violence and the Holocaust en Andrea Peto (ed). Gender: War. Farmington Hills: Macmillan Reference. P.102

Rosenberg, Otto (2003). Un gitano en Auschwitz. Madrid: Editorial Amaranto.

Sierra, María (2020). Holocausto Gitano. El genocidio romaní bajo el nazismo. Madrid: Arzalia Ediciones, S.L.

Sonneman, Toby (2002). Shared Sorrows. A Gypsy family remembers the Holocaust. Hertfordshire: University of Hertfordshire Press.

Testimonio 45023 – USC Shoah Foundation VHA.

Testimonio 40213 – USC Shoah Foundation VHA.

El buen camino del cante gitano

by Juan José Suárez Laso

Mirada serena

*Imagen de Tatsumi Shimura

Para conocer el flamenco siquiera un poco mejor, hay que rastrear el origen del cante gitano allí donde tiene comienzo un viaje musical que atraviesa más de mil años de tiempo y desandar un camino largo y nocturno que nos llevará al íntimo lugar donde nace.

Las melodías, las tonalidades, la rítmica y armonías que produce el cante gitano son las mismas que escuchamos en los actuales cantos qawwali, arte religioso musical, de nuestras queridas Pakistán e India. La técnica vocal utilizada en el cante es la misma que se aplica en esos cantos místicos que hablan de amor, o búsqueda de lo divino. Los grandes maestros de este canto se enmarcan dentro de la escuela Sufí del Punjab. Sobre todo, Nusrat Fateh Ali Khan; si se escucha el cante de este hombre, inmediatamente, son recordados los ecos gitanos. Idéntica naturaleza, vigor espiritual y un sereno grito de auxilio.

La serena voz, fatigada por el ansia y la crueldad, es la que se acerca a dios recreando la naturaleza misma del mundo. Dios es filtrado por el remedio de la dulce y sosegada voz del hombre aterrado. De la destreza del gitano para engarzar alegría y espanto surge la sortija del cante, una joya. ¿Cuándo dejó el gitano de celebrar al amor y la risa para ser obligado a cantar el dolor y el miedo? ¿Qué fue lo que produjo este fatal y fértil cambio? Si miramos la genealogía del cante gitano aparecen tres gestos que pueden responder: toná-martinete, seguiriya y soleá. Y los tangos gitanos son el fruto más amable, dulce y suculento del cante. Cante que surge en el ámbito doméstico de las casas gitanas. Y esta palabra, “casas”, en dos sentidos: hogar y linaje o familia.

Son los silencios y las intimidades de casa las que procuran que el cante se dé; en la intimidad está el eco gitano que no alza la voz por no sobresaltar la respiración de los pajarillos. En los principios históricos del cante no hay exhibición ni asomo a la calle, hay ternura y un recogimiento de arrullo; hay disciplina y ciencia; hay educación y firme finura. Es aquí, en casa, donde los linajes del cante, el toque y el baile se forjan templando y custodiando esta joya que de puro tiempo está sin brillo, como las voces roncas de las gitanas. Por eso existen “casas cantaoras”, familias que atesoran el cante en su alacena y que en un momento dado, allá por la mitad del XIX, sacan a la calle sus riquezas. El cante es desarrollado, en otro ámbito, por finos estilistas gitanos que van esbozando el flamenco, fijando una nueva sonoridad que cumpla con los exigentes requisitos de su oído. Por eso, y a partir de ahí, la polémica “cante gitano” “cante payo” no es más que una pugna entre oídos y sonoridad de voces de distinta naturaleza; el origen del cante no está en discusión, nunca estuvo a debate, lo que se dirime aquí, en esta duradera discordia, es una necia cuestión de estilo.

Los gitanos españoles dejamos de cantar el amor hace cientos de años porque el lugar del apestado no es sitio para cantar el amor; este próximo 4 de marzo hará exactamente 623 años. Tuvimos que cantar el miedo con voz muda para no despertar la envidia insana del castellano, que cambió nuestra vida por muerte civil; forzados a cantar desde la desesperación, cruel compañera de viaje. Un largo camino de siglos desde nuestro Rajasthan y Punjab natal; Latchó Drom, el buen camino, bendecido por una mirada llena de armonía y serena aceptación de la existencia, consagrado a ajustar un mundo chirriante. Los gitanos hacemos este buen camino luciendo una firme naturaleza transgresora y revolucionaria, hondo y profundo transformar las cosas por una mirada orgullosa que eleva la existencia y construye el sí del mundo. Así, nuestro miedo permanente muda, cada vez, alegría y sonrisa antes de ser ponzoña de odio enquistado. Esta mirada trae el regalo del flamenco, estimado en todo el mundo como un tesoro benéfico para la humanidad y que nace de la humillación hecha ley.

Dice Sebastián Porras, periodista, escritor y educador. “[…] El cante gitano primitivo es áspero, profundo y grandioso. Mi cante es mítico, vehículo que libera el prodigio de mi verdad. El misterio del cante de mis tías está encerrado en siglos de duquelas y alegrías que ellas glosan con honradez liviana y deslumbrante. El cante gitano, bien dicho, esquiva la trampa y el engaño porque de su germen nace la honestidad del hombre desnudo ante las inclemencias de su existencia. En cada tercio de un martinete, mi primo se entrega a tumba abierta, azuzado por su angustia y su desamparo, en un combate perdido de antemano. Mi cante es gloria y nobleza. Mi salvación”.

Desde aquí, dar las gracias a este medio que sugirió un artículo como éste con el fin de generar opinión e incitar a todos a reconstruir esa mirada olvidada y afinar el mundo con los sonidos más exquisitos y firmes de occidente, el cante gitano.

Gitanos y cambio climático, un nuevo desafío

by Ramón Flores

CREDIT.Society of Environmental Journalists

*Imagen de  Society of Environmental   Journalists

A día de hoy sabemos bien que las políticas de adaptación al cambio climático, como el 99% de otras iniciativas en cualquier otra área, están construidas sobre los pilares del discurso occidental y de quienes ostentan el poder y la riqueza.

Empezar a comprender como funcionan estos pilares debería tener implicaciones sobre cómo están siendo y serán las respuestas socialmente justas con respecto a la crisis climática.

Pero esta visión occidental, que impone el imperio del dinero, despoja de humanidad y de cultura a todo lo que conllevan los cambios sustanciales que son necesarios para no seguir enfermando al planeta.

Porque cuando hablamos de cambio climático, no estamos hablando únicamente de emisiones de CO2 de las chimeneas de las industrias, o de las boinas de contaminación que rodean a las grandes ciudades. El cambio climático va más mucho allá y afecta a millones de personas en el mundo y que son los principales sacrificados en las explotaciones agrícolas, en las extracciones de combustibles fósiles o en la canalización de agua potable para su consumo.

No olvidemos que uno de los cimientos sobre los que se sustenta el racismo es la deshumanización de las personas, esos que no forman parte del “nosotros”, aquellos que merece la pena sacrificar por un bien común mayor, tal y como ha expuesto en varias ocasiones la periodista y activista canadiense Naomi Klein.

Las actuales políticas para mitigar el cambio climático no contemplan lo que una parte de la humanidad ha destruido impunemente en territorios explotados a través de la colonización, justificando la “necesidad” de esas acciones para que no pesen sobre sus conciencias el maltrato y la extinción de poblaciones enteras y de una parte de la “otra” humanidad por ese bien común. Estas políticas son armas de doble filo, por un lado, alertan del peligro que corren algunos grupos vulnerables y al mismo tiempo, refuerza la imagen de que son potencialmente peligrosos, como los poblados “rebeldes” de África o los asentamientos chabolistas de Europa del este (y la occidental también), donde las comunidades gitanas protagonizan, de nuevo, el mayor drama en esta Europa tan desarrollada y a la vez tan caótica.

Durante los últimos años hemos sido testigos del despliegue por toda Europa de diferentes programas de adaptación, en el siglo XX, o de integración en el siglo XXI que han perseguido que las comunidades romaníes se adapten primero (porque estaban inadaptadas) o se integren después (porque estaban desintegradas). El proceso de urbanización de poblaciones rurales o de asentamientos chabolistas romaníes ha tenido prácticamente siempre un mal resultado social. Lamentablemente, muchos de esos procesos no han partido de la necesidad de mejora de la vida de las personas gitanas, sino más bien, aprovechar el espacio donde vivían, despojarlos de él, construir y hacer girar la rueda de la economía. En otros casos, simplemente porque interesaba que los gitanos estuvieran lejos de los centros de las ciudades.

No hace falta irse al cuerno de África o al sudeste asiático. Podemos ir a Triana, en Sevilla.

Ese trozo de tierra al otro lado del río Guadalquivir que no era más que un cenagal que conectaba la ciudad con unos pocos huertos y corrales de vecinos, fue, durante tres siglos, hasta mediados del XX donde estaban asentados un gran número de los gitanos de Sevilla. Sin embargo, entre la década de los 50 y 60, se llevó a cabo una expulsión de todas esas familias, pues llegaba la piqueta y la especulación urbanística, produciéndose un realojo forzoso a zonas como el Polígono San Pablo o el Polígono Sur, lejos de las acometidas de agua, luz y red de alcantarillado.

Meses después, se empezó a construir una nueva Triana, aprovechando el “duende y el arte” dejado por los gitanos expulsados, para construir un barrio con solera y embrujo, donde hoy, en los años 20 del siglo XXI, un estudio de 40m² sin ascensor cuesta 200.000 euros. El estado del Polígono San Pablo o el polígono Sur… ya saben cómo es.

Ocurre algo parecido con la inmigración. El inmigrante como amenaza, porque es impredecible y no se acaba de integrar, ese que se ha sacrificado para un bien común pero que a la vez victimizamos por los efectos del cambio climático que nadie ha creado ni se hace responsable, pero que está ahí.

La jugada es la misma con las comunidades gitanas; están siempre en las periferias porque las administraciones han querido y los han forzado a ello (ya no vale eso de “es que no se quieren integrar”) y al mismo tiempo, se crean estrategias nacionales de inclusión sin deshacer previamente el pecado primigenio de apartarlos del dinamismo de las ciudades.

Sin embargo, en el G-20 y en la Cumbre Climática celebrada a finales de octubre, se sigue hablando de lo mismo. Tenemos que reducir las emisiones de CO2, los países más desarrollados tienen que hacer esfuerzos más grandes y ayudar a los países en desarrollo y bla bla bla… Dos décadas hablando de lo mismo, sin resultados.

Porque estas políticas están basadas en una preocupación geo-política para seguir construyendo “desarrollo y bienestar social”, ese mismo que nos ha conducido hasta aquí desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Preservar el poder del capitalismo mundial, para poder seguir controlando el desarrollo de los países más pobres. Cambiar algunas cosas para que nada cambie.

El debate público actual es demasiado simplista, apolítico y técnico, centrado en la búsqueda de soluciones verdes que quedan genial en los discursos públicos, pero con los que se siguen violando los derechos humanos de millones de personas en el planeta. Aquí mismo, en nuestra querida Europa, miles de personas en las comunidades romaníes en Europa del Este siguen sin acceso al agua potable, a cambio de que los países de la ex – Yugoslavia se pongan firmes y acaten las reglas del juego para su futura (e incierta) integración a la Unión, al mismo precio que ya pagaron Bulgaria y Rumanía.

Escondan a sus pobres, construyan edificios con los materiales que nosotros les vendemos e intégrense, que quizá, algún día, puedan formar parte de nuestro selecto club”.

El racismo estructural que enfrentan las personas romaníes durante siglos, ha llevado a muchas comunidades a vivir en lugares muy vulnerables a las desastrosas consecuencias de la crisis climática, por ejemplo, inundaciones, deslizamientos de tierra y falta de acceso a servicios básicos. El legado de segregación y falta de inversión en infraestructura significa que muchas comunidades gitanas son desproporcionadamente vulnerables a los impactos cada vez más severos de eventos climáticos extremos, como las fuertes lluvias y las altas temperaturas.

Las desigualdades profundamente arraigadas significan que las personas gitanas se encuentran entre las que menos han contribuido a la crisis climática y, al mismo tiempo, tienen más probabilidades de sufrir sus numerosos efectos nocivos.

Debemos ya empezar a ser conscientes de que existe el racismo climático. La Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill presentó en junio de 2021 un estudio donde se demostraba que las diferencias en cómo afecta los impactos de las altas temperaturas en Estados Unidos no se explican por la pobreza sino por el racismo histórico y la segregación.

Las personas de color (todos aquellos que no se identifican como blancos) viven en áreas con menos espacios verdes y más edificios y vías de transporte, lo que exacerba el efecto del aumento en las temperaturas y del cambio climático. La exposición al calor no solo conduce a un aumento de la mortalidad, sino que también está relacionada con una variedad de impactos que incluyen insolación, golpes de calor, pérdida de productividad en el trabajo y problemas de aprendizaje.

La situación es perfectamente extrapolable a Europa y a las comunidades gitanas y si se siguen tomando decisiones para estos núcleos poblacionales sin el aporte y la visión de la sociedad civil gitana, que es la afectada, dichas políticas y futuras iniciativas volverán a fracasar como aquellas del realojo forzoso, con nefastos resultados.

Esperamos que, aunque el marco actual del trabajo en el cambio climático tiene la limitación de carecer de una representación diversa, donde las comunidades gitanas afectadas no tienen voz, todavía hay espacio y tiempo para involucrar nuevas perspectivas en la formulación de políticas para hacer las próximas rondas de objetivos de una manera más interseccional, donde el movimiento contra el racismo climático crezca y que dicho desarrollo pueda eliminar la brecha en los movimientos verdes globales y antirracistas para minimizar la crisis climática de una manera mucho más inclusiva y efectiva, abierta a diferentes voces y a la diversidad de visiones, entre ellas, la gitana.

 

 

 

 

 

Historia de un aspierante gitano a profesor

by Daniel Campos

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Empezaremos esta historia en un 15 de octubre de 2017, el personaje principal: yo mismo, Daniel Campos, un gitano del barrio de Buen Pastor, Barcelona. Entonces el personaje tenía 26 años, estaba casado y tenía dos hijos y trabajaba como barrendero. Lo único que tenía en mente, respecto a mi futuro, era firmar un contrato indefinido en la empresa donde trabajaba, nada más y nada menos.

Pero de repente, aquel 15 de octubre me encuentro en la calle con un viejo amigo del instituto a quien hacía mucho que no veía, Juan. Un gitano del barrio, compañero mío en la secundaria que, como yo, después de la ESO se desvinculó de los estudios, se casó y formó una familia. Recuerdo que me acerqué a saludarlo y me llamó la atención la mochila que llevaba. Juan me dijo que la llevaba porque estaba cursando el grado de trabajador social en la Universidad de Barcelona y la necesitaba para el portátil y las libretas.

Me impactó mucho, pero lo que más me sorprendió fueron sus últimas palabras: “Dani, tú también puedes, tienes la capacidad de lograr cualquier grado”. Recuerdo que aquellas palabras llegaron al fondo de mi corazón. Aquel amigo confiaba en mí más que todos los maestros que nunca he conocido y que todo el sistema educativo junto. Su mensaje positivo, convincente y esperanzador caló dentro de mí.

Antecedentes: De entrada, os hablaré un poquito de mi familia y mi entorno. Ninguno de mis familiares había llegado a graduarse en la ESO, ni habían logrado ninguna formación académica o profesional. El paso por la escuela de mis amigos tampoco tuvo un signo diferente al de mi familia, y la mayoría de ellos se dedican a la venta ambulante. Crecí sin ningún referente en el ámbito académico.

Mi paso por la primaria lo recuerdo con mucha alegría y nostalgia, lleno de recuerdos positivos y bonitos, rodeado de amigos y profesores entrañables. Sin embargo, en cuanto a la secundaria, mi recuerdo no es tan alegre, puesto que el centro nos ofrecía un nivel educativo muy bajo, el profesorado no esperaba gran cosa de la mayoría del alumnado y la motivación de los alumnos respecto a los estudios era más bien baja. La combinación resultaba en un cóctel perfecto para conseguir el fracaso escolar y el abandono prematuro de mis compañeros y mío. Aun así, aprobé la ESO.

Acabada la secundaría, me decido a cursar un Ciclo Formativo de electromecánica. Pero, como era de esperar, no tenía el nivel necesario para seguir el ritmo del curso. Mi graduado era equivalente al nivel de primero de la ESO de aquel centro. No tardé a decidir dejar el ciclo y ponerme a trabajar. Aquí acabó mi formación académica con tan solo 17 años.

Volvemos al 15 de octubre de 2017: Aquella conversación con mi amigo me impactó, a los pocos días me llevó al Plan Integral del Pueblo Gitano, donde él y otros gitanos y gitanas se preparaban para presentarse a la prueba de acceso a la universidad para mayores de 25 años.

Aquella misma semana ya era uno más de aquel grupo de estudiantes. Qué pasada, una clase donde todos los alumnos eran gitanos y gitanas que soñaban con cursar un grado universitario, y lo mejor de todo, yo era uno de ellos. Un año antes había nacido la primera red gitana universitaria, CampusRrom, y estaba allí para apoyarnos en todo. Me impactó que gran parte del profesorado eran gitanos y gitanas.

¡Quién lo habría pensado nunca, hacer comentario de texto con un profesor gitano! Recuerdo que el primer día de clase tocaba castellano, el profesor empezó a explicar el temario, oraciones subordinadas, perífrasis verbales… y yo, inocente, levanté la mano y dije: ¿Fernando, qué es una oración? Él, con una sonrisa en la cara me respondió; lo que haces para dirigirte a Dios… Reímos todos juntos. Y precisamente en aquel momento me di cuenta que estaba en el lugar idóneo para aprender.

Después de cinco meses, me examiné en las pruebas de acceso a la universidad y las aprobé con muy buena nota. No me lo podía creer, ¡fui capaz de superar una «selectividad»! Quién lo diría, Daniel, el gitano que en cuarto de la ESO hacía sumas y restas, tenía todo este potencial dentro. Unos meses más tarde tuve que superar otra prueba específica destinada a aquellos que quieren graduarse como profesores, las temibles PAP, las Pruebas de aptitud personal. Y por fin, aquel mismo septiembre, me matriculé en primero de educación primaria.

10 de octubre de 2021. Ya estoy en el segundo curso del grado de magisterio, y si soy capaz de continuar en la misma línea, dentro de dos años volveré a la escuela, pero ya será como profesor.

Sin embargo, me gustaría aclarar que durante este tiempo he tenido, y de hecho todavía tengo, mis dificultades, mis dudas y algún que otro fantasma que me visita en forma de desmotivación. No quiero engañar a nadie. No es fácil cursar un grado universitario siendo gitano, padre de familia numerosa y trabajar por la mañana a jornada completa. Pero, gracias a las personas que me rodean sigo todavía en este camino. Primeramente, por mi familia, ellos siempre me han animado a no abandonar. También, gracias a CampusRrom, nuestra red que nos ofrece todo el apoyo que necesitamos para conseguir nuestro sueño, y por último, el motor que realmente me impulsa a cursar el grado, la motivación para derribar las barreras que se levantan frente a nuestro Pueblo.

El propósito real de esta lucha educativa es allanar el camino a los gitanos y gitanas que vienen por detrás. Nosotros tenemos la obligación de ser sus referentes. Tenemos que luchar para que nuestro pueblo disfrute de una buena educación, sea cual sea su entorno, para formar ciudadanos competentes y libres. Y esta lucha pasa ahora mismo, entre otras cosas, porque nuestra generación sea capaz de conquistar la universidad. Y para que esto sea posible tenemos que confiar en nosotros mismos y transmitir esa confianza a los gitanos y gitanas que están cerca nuestro, hacer que sueñen en cosas que antes no podían soñar, como hizo conmigo mi gran amigo Juan.

Tiempos interesantes

by Ramón Flores

Dicen que las maldiciones gitanas están todas relacionadas con el mal fario, aunque creo que, como decía el escritor Manuel Diaz Martín, se deben al infortunio que han tenido los gitanos en sus relaciones con los demás miembros de la sociedad, cuando se han visto desamparados por ella.
El periodista Joaquín López Bustamante hablaba muy claro cuando afirmaba que “hay dos clases, las maldiciones que se dirigen a una persona o a un grupo (arman), y la que uno se dirige a sí mismo, el juramento ritual (solai), que me muera yo…”.

Y estos tipos de juramentos siguen muy vivos en las comunidades gitanas del mundo.

Incluso ya las encontrábamos en el siglo XVI a través del dramaturgo portugués Gil Vicente “mándote yo rabiar, que has de andar arrastrada mientras la vida durara.”

Pero ¿y qué me dicen de las maldiciones chinas? No son tan famosas como las gitanas, pero no podemos negar que tienen un arraigo filosófico, social y cultural bastante interesante.

Una de las más peculiares maldiciones chinas es “Ojalá vivas tiempos interesantes”.
Es (o era) una forma de echarle un mal de ojo a alguien merecedor de ello.
Una versión extendida y mejorada es la que dice “Ojalá vivas tiempos interesantes y no te des cuenta de ello hasta que hayan terminado”.

Sería la versión china del doblamiento de la maldición gitana “mal fin tengas, que tengas” o “a Mahón te lleven, que te lleven”.

Me gustaría centrarme en esta ocasión en la maldición china. “Ojalá vivas tiempos interesantes”. Y es que tiene su aquel. Se da por hecho que los tiempos interesantes de la historia son esos que vienen con más dramas, sufrimiento o grandes cambios que generan problemas en un determinado periodo de tiempo. Vivir tiempos interesantes según la creencia china es romper la paz interna y externa de las sociedades a través de sus interacciones. Según esta premisa, más valdría pasar por la vida casi desapercibido y de una forma más sosegada para evitar sobresaltos.

Pero me temo que estamos inmersos en unos tiempos extremadamente interesantes. Crisis en los cimientos democráticos del mundo, crisis económicas, pandemias, hambrunas, racismo, xenofobia, violencia…

Demasiados cambios y demasiado bruscos en poco tiempo. Movimientos de extrema derecha que traen consigo racismo y xenofobia han conseguido normalizarse en el espectro de las democracias mundiales. Gentes y corporaciones que acumulan riqueza y prosperidad a costa de que otros cada vez se empobrezcan más, se arrinconen más y se aíslen más.

Quizá uno de los mayores inconvenientes que nos podemos encontrar para saber a ciencia cierta si estamos viviendo tiempos interesantes son las referencias, las señales. Las guerras mundiales fueron señales bastante claras. La caída del muro de Berlín o la caída de las torres gemelas fueron también referencias de que algo grande estaba pasando en el mundo.

Pero ¿y ahora? Pareciera que las referencias son difusas a simple vista. Quizá sea porque hemos entrado en un juego muy peligroso.  Hemos aceptado tácitamente que las reglas del juego en la democracia cambien. Han cambiado en nuestras narices y nosotros hemos sido cómplices.
Las sociedades democráticas han aceptado sin rechistar que el fascismo venga disfrazado de neoliberalismo y de fake news.

Y hemos entrado de lleno en el juego y nos hemos alineado justo donde los radicales querían.

Advertía el periodista Miquel Ramos que hemos permitido la institucionalización del odio.
Con toda naturalidad, hemos aceptado que el que habla de los ovnis, de repente te habla del Coronavirus o de política. Hemos aceptado con naturalidad que racistas, homófobos y machistas se sienten a las mesas de debate con demócratas y defensores de los derechos humanos para que “intercambien opiniones”, aceptando sin tapujos que el racismo, el fascismo o el machismo son opiniones que deben ser escuchadas, y que, si no estamos de acuerdo, las rebatamos, poniéndolos al mismo nivel. Como si ambas posturas fueran debatibles y defendibles. Como si el odio fuera debatible.

Y empezamos así, dándole normalidad a pequeños hechos, y seguimos cerrando universidades y organizaciones en Hungría, llamamos “ilegítimo” con toda naturalidad a un gobierno elegido en las urnas, negando las vacunas y acabamos asaltando el Capitolio de Estados Unidos. Todo eso mientras hacemos memes graciosísimos en las redes sociales.

Todos somos cómplices. Hemos aceptado que tiene que haber verdugos y víctimas. Pero es que, además, en la revolución cuqui del activismo actual, estamos ocupados en otros menesteres. Estamos muy ocupados cuestionando el posicionamiento y etiquetamiento de nosotros mismos. Barack Obama decía que la democracia exige que seamos capaces de navegar a través de la realidad de las personas que son diferentes a nosotros para que podamos entender sus puntos de vista. Pero que no lo podemos hacer si insistimos en que los que no son como nosotros ni dicen lo mismo que nosotros, están incapacitados para hablar de democracia.

Pero no, parece que no lo hemos entendido. Obama dice que hablemos entre demócratas que tenemos visiones distintas pero un mismo objetivo, no que sentemos fascistas a la mesa. Y de mientras, el activismo repartiendo carnets de buen o mal activista.

Porque oigan, no se equivoquen. Los antifascistas no necesitamos estar diciendo que somos antifascistas todo el rato. Eso va incluido en el paquete democrático. Si no eres antifascista, no eres demócrata.

Pero no sirve de nada, los movimientos más naifs del activismo actual, siguen empeñados en imponer etiquetas para que la gente tenga la obligación de elegir una identidad. Caemos en la trampa de la diversidad, como bien nos advertía Daniel Bernabé hace ya unos años.

Pero, sobre todo, deberíamos ser conscientes de que los tiempos interesantes son tiempos de negocios, de charlatanes y de falsos mártires. A ver quién da el mejor zasca, a ver quién se pone la etiqueta más grande para ganar el premio al activista del año, y a ver quien chilla más.

Yo me temo que desgraciadamente, estamos viviendo unos tiempos interesantes no, unos tiempos interesantísimos. Y lo malo es que no nos estamos dando cuenta y quizá cuando espabilemos, sea un poco tarde y el mundo haya cambiado para siempre.

Es momento de analizar críticamente todos los caminos que el activismo gitano está consiguiendo abrir, como por ejemplo la subcomisión aprobada por el Parlamento español para crear un Pacto de Estado contra el Antigitanismo, la inclusión de  una comisión específica dentro de la Ley de Memoria Histórica para la memoria y reconciliación con el Pueblo Gitano, o la futura Ley para erradicar el Antigitanismo que prepara el gobierno catalán. Y debemos de ser capaces que esos caminos que estamos construyendo no queden embarrados en discusiones ajenas a los intereses de todos los gitanos y gitanas, y que dejemos las medallas para cuando acabe la carrera. Y aunque la unidad no deja de ser una entelequia inalcanzable para cualquier movimiento social, sí que debemos lograr consensos amplios, sino veremos pasar el tiempo desde el ostracismo al que fuimos condenados como gitanos.